Este verano ha sido peculiar en Europa, con olas de calor extremo y temperaturas mayores a 45 grados en algunas ciudades. Es algo que nunca se había experimentado con tal intensidad.
Existen muchos aspectos que tenemos que replantearnos urgentemente si queremos revertir los efectos de un cambio climático que, desde hace más de dos siglos, nos acompaña con fidelidad. Reducir el consumo de energía eléctrica es uno de esos aspectos; pero ¿qué significa exactamente consumir menos energía y cómo podemos hacerlo sin volver a los tiempos preindustriales?
¿Por dónde podemos empezar? ¿Cómo podemos definir los objetivos e iniciar un proyecto de reducción de consumo de energía en nuestras organizaciones? ¿Cómo podemos conseguir ahorros económicos con ello? Sabemos que hay un primer paso que consiste en usar lámparas del tipo led, utilizar equipos de bajo consumo, incrementar el uso de los vehículos eléctricos, y también colocar equipos de energía solar fotovoltaica en los techos de los edificios, pero ¿y qué más?
Veamos qué sucede cuando activamos el on de cualquier aparato que consuma electricidad. La manera más común, todavía en el siglo XXI, de generar energía eléctrica es mediante la quema de algún combustible fósil, principalmente carbón y gas natural. Con dicha combustión, se libera una energía que hace girar una turbina conectada a un generador eléctrico, y… ¡magia! Ya tenemos la electricidad tal como la conocemos. Ahora, solo quedará estabilizarla, ajustarle algunos parámetros, inyectarla a la red eléctrica y por fin, darle al on. ¡Larga vida al carbón y al gas natural!
Solo hay un pequeño inconveniente. Por cada paquete de energía eléctrica –también llamado kilovatio hora (kWh), producido mediante la quema de combustibles fósiles, además de contribuir a que el televisor del salón siga encendido, también contribuimos con la emisión de 290 gramos de dióxido de carbono (CO2) a la atmosfera. Es decir, al cambio climático.
Si bien en España, alrededor de una tercera parte de la electricidad se produce a partir de fuentes renovables (sol, viento, agua), aún hay un considerable 50 % de la corriente eléctrica que se produce con la quema combustibles fósiles (y alrededor de un 20 % con energía nuclear).
Pero, ¿qué se puede hacer con un kilovatio hora? Con un kilovatio hora se puede alimentar un ordenador de escritorio durante aproximadamente 5 horas, o alrededor de 10 horas a un televisor LED de 55 pulgadas. Un aire acondicionado del tipo mini Split muy común en las viviendas, consume aproximadamente 1 kWh cada 30 minutos.
En el terreno industrial, los aires acondicionados de mayor capacidad y otros equipos eléctricos consumen esta cantidad de energía en unos pocos minutos.
Considerando que en España el precio de un kilovatio hora en julio de 2019 era de aproximadamente 0,15 euros, podemos tener una idea de cuánto cuesta la comodidad de “estar fresquito en casa”, al menos desde el punto de vista económico.
Pero quizá ha llegado el momento de mirar un poco más allá de la parte económica. Un hogar promedio en España (tres personas) consume 3.500 kWh/mes, es decir 1 tonelada de CO2/mes. Si hay casi veinte millones de viviendas en España…, es fácil obtener algunas conclusiones.
Este CO2 flota en el aire al generarse en las centrales productoras de electricidad, que suelen estar lejos de los grandes núcleos urbanos, ocasionando directa o indirectamente problemas de salud y graves afectaciones en el medio ambiente.
Si conseguimos reducir el consumo de electricidad, en consecuencia, se reduce la generación de la misma y la contaminación que esto provoca.
Para contribuir a reducir el consumo de energía proponemos, en primer lugar, utilizar los principios Lean de eliminación de desperdicios en las actividades diarias, para de esta manera también reducir el consumo energético derivado de estas actividades.
Con esta filosofía se ha configurado una metodología de trabajo: Lean Energy.
En Lean Energy se contemplan dos caminos para ahorrar energía, y los dos son necesarios:
• Cambio de hábitos de actuación, con la concreción de buenas prácticas, que no cuestan dinero, pero cuestan trabajo.
• Uso de tecnología eficiente, que permite empezar a ahorrar desde el mismo momento en que se instala. Cuesta dinero y suele tener cortos periodos de recuperación de la inversión.
Los cambios de hábitos están relacionados con que sea prioritario hacer un uso racional de los recursos. Se trata de conseguir, por ejemplo, que los equipos se apaguen cuando no se utilicen y que el personal de cualquier nivel en la empresa tome conciencia de que cada hora que el equipo funcione sin ser necesario contribuye con más de medio kilo de contaminación al medio ambiente.
Sabemos que lo que no se mide no se puede mejorar, así que otro aspecto clave es sistematizar las mediciones del consumo eléctrico, haciendo que al menos sean semanales. Aunque con el medidor de electricidad general de la oficina o la empresa, no se obtenga una información precisa sobre dónde se generó el consumo, si se podrá tomar conciencia del volumen de consumo semanal o mensual. El objetivo es tomar un determinado periodo como base y tratar de consumir menos que en el periodo anterior. Este puede ser un reto interesante y compartido por toda la organización.
Si se desea profundizar en la medición de los consumos, existen submedidores que pueden utilizarse para medir consumos específicos de una línea de producción, una máquina o un departamento, por ejemplo, y ofrecen información más detallada para tomar decisiones sobre qué aspectos mejorar para reducir el consumo energético, incrementar el ahorro económico y minimizar la generación de elementos contaminantes.
Hoy en día, muchas compañías, tanto privadas como públicas, destinan importantes cantidades de recursos al consumo de energía y, por ello, están altamente motivadas en implementar aquellas técnicas que permitan un ahorro energético significativo. Además, la evidencia de hallarnos inmersos en una verdadera emergencia climática, sensibiliza progresivamente a las empresas para actuar en la protección del medio ambiente y reducir las emisiones contaminantes generadas por el propio consumo de energía.
A raíz de esta sensibilización en las organizaciones y también de la falta de información y del desconocimiento de las herramientas que están al alcance de las empresas, se ha creado el manual Lean Energy 4.0, con todas aquellas medidas que pueden implementarse para reducir el consumo energético y optimizar de esta forma los esfuerzos que a ello dedican las compañías.
Este manual, basado en los buenos resultados del sistema de gestión Lean Six Sigma, ofrece las mejores prácticas en el marco de la industria 4.0. Además, también explican qué tecnologías pueden utilizarse para favorecer el desarrollo de energías limpias. En esta guía de implementación de Lean Energy también se dan las pautas para poder procesar datos en tiempo real, y con ello tomar decisiones estratégicas en las empresas para mejorar la productividad y reducir la factura energética.
En el futuro, las empresas deberán contar con el soporte de equipos externos o internos especializados en el área de gestión de la energía y el medio ambiente, para construir un futuro en el que las personas y las organizaciones deberán estar concienciadas y comprometidas con la sostenibilidad de sus actividades.
El libro Lean Energy 4.0, publicado por Marge Books ofrece una guía para implementar la metodología Lean en el ahorro de energía.